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Meditaciones

A partir del Evangelio de cada Domingo,

presentamos una meditación preparada

por un seminarista.

El Evangelio es un desafío
para la debilidad humana
por Juan Cruz Bottoni, seminarista

Este pasaje del evangelio se divide en dos, en la primera mitad, (Lc. 4, 16-20) Jesús despierta admiración con su predicación en Cafarnaún, ha hecho grandes prodigios allí. En la segunda parte Jesús es rechazado y expulsado de Nazaret, tierra en donde el se ha criado.

Jesús se proclama como cumplimiento y consumación del antiguo testamento: “hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura”. Él no vino como juez de los hombres, sino como restaurador de la vida humana, liberador de vida en cautiverio. Sanador de los enfermos, sana y libera. En este pasaje del Evangelio de Lucas, se cumplen en Él las esperanzas mesiánicas tan arraigadas en su pueblo.
Jesús que había hecho tantos milagros en Cafarnaún. En su tierra, por no haber obrado prodigios allí, desalienta al pueblo de Nazaret. Jesús, desenmascara la verdadera intención de los Nazarenos que no buscan crecer en la fe, sino que quieren la fama de su pueblo. Querían que de allí salga el Mesías que de prodigios y fama a su aldea.

“Ningún profeta es bienvenido en su pueblo”. Jesús es enviado a los pobres, a los más necesitados, con una misión que no solo era para Israel, sino para todos los hombres. Esos hombres quieren un Dios definido por ellos, buscan un anuncio según las expectativas de éxito de este mundo.
San Juan Pablo II decía que Jesús no preparaba discípulos “para éxitos fáciles”. “El Evangelio no es una promesa de éxitos fáciles”.

El Evangelio es un desafío para la debilidad humana, que la transforma. El Evangelio será la palabra de amor. El amor “todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Porque Dios es amor.

Encendieron multitud
de corazones
por Maiko Sundblad, seminarista

Nadie conoce a Jesús estando solo. Si la fe en él encontró un corazón abierto en nosotros, siempre fue gracias a dos testimonios que se hicieron uno: el de Dios y el de alguno de nuestros hermanos. Uno no alcanza sin el otro. Si el Bautista hubiera hablado desde sí mismo nada más, solo podría habernos dado lo que él es. Pero al mostrar a Cristo como el sentido último de su misión su mensaje se unió a la voz divina, haciéndolo así profecía y verdad. 
Su vida y testimonio encendieron multitud de corazones, gracias a que siempre buscó que estuvieran unidas a la voluntad de Dios, humildemente consciente de que no era a Juan al que buscaban, sino al que tiene palabras de vida eterna. Porque así nos busca nuestro Padre, a través de las palabras, acciones y gestos de nuestros hermanos. Sin Bautista no hay testimonio; sin la acción de Dios, el mensaje no es mucho más que ruido. 
Por eso nuestra vida está llamada a ser misión, mostrando y siendo con ella la acción de Dios entre nosotros. Nuestro testimonio y el mensaje de Dios deben mezclarse cómo dos ríos que se encuentran, para que ya no se distinga donde uno empieza y el otro termina.
¡Ojalá Dios nos regale está felicidad! Ojala llegue a infinitos corazones llenando nuestros pasos, gestos y palabras del fuego y el amor del Espíritu Santo. ¡Qué lindo que esta se nuestra pequeña gran misión!

La luz de la promesa y la alegría
por Juan Lopez Rouger, seminarista

Llegó finalmente este día tan especial de Navidad. Probablemente nos sorprenda este día en un fin de año movido y lleno de cosas. Quizá similar al día en que los pastores estaban trabajando durante aquella noche y fueron sorprendidos por la gloria del Señor que los envolvió en una gran luz.  

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Esta luz hoy viene hacia nosotros y nos quiere envolver en medio de nuestras urgencias cotidianas. Una luz que viene a iluminar nuestras oscuridades y que es capaz de vencer tantos miedos que tenemos nosotros hoy al igual que los pastores. Una luz que viene con la promesa de darnos la verdadera alegría y paz que tanto buscamos y anhelamos, a modo personal, familiar y comunitario.

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El gran secreto que nos dejan los pastores es que supieron aceptar con humildad y confianza  la invitación que recibieron aquella noche de ir al simple y profundo pesebre. La invitación esta navidad llegó a nuestra vida, y si nos atrevemos a responder como los pastores la señal será la prometida: “Encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Ojalá que nos animemos esta navidad a entrar al pesebre libres de tantos apuros y podamos en el silencio descubrir lo que nos quiere decir Jesús, José y María a cada uno… 

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¡Muy feliz navidad!

Mujer de la alegría
por Lucas Gualdesi, seminarista

De una manera u otra, en muchas ocasiones nos dejamos llevar por la rutina, incluso pareciera que estamos al servicio de ella, metidos en el barro de lo cotidiano. Pero hay algo que se nos pasa por alto: ¿Qué hay de la alegría? ¿La saboreamos? ¿Vivimos la vida con alegría? 
Se nos hace muy difícil empezar el día bailando o encarándolo  con una sonrisa, cantando o riendo. A veces pareciera que es un peso.

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Para cambiar esto, necesitamos  comenzar por dentro, por el corazón creyente. 
¡Qué lindo es volver a recordar en todo lo que creímos! Volverlo a pasar por el corazón. Recordar lo que somos, de qué estamos hechos. 
Así lo vivió María, muchacha del recuerdo: desde el anuncio del ángel hasta la fragilidad de Belén; desde el silencio de Nazaret hasta Caná; desde el Calvario hasta el Cenáculo. 

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María mujer valiente, sin titubeos, decidida y delicada. Mujer de fe. Mujer del "hágase" que sale al servicio y comparte su alegría con su prima. Mujer que confía. Ella muestra su alegría porque cree. Cree en Dios, cree en ella, cree en algo mejor, cree en algo grande. Ella es la más feliz porque creyó en lo que le dijo el ángel. Sonríe y se pone al servicio, y eso hace más ruido que cualquier grito. 
¡Qué mejor testimonio para un tiempo en el que todo parece tan complicado!

 

Como Ella, creamos en las promesas de Dios, en su plan de salvación. 
Creamos en la promesa de Dios que se hace carne e historia en Belén y que día a día se hace presente. 
Llenos de la fe y la esperanza que nos vienen de Él, ojalá podemos ver que no todo es oscuro, que con Jesús vienen los tiempos de gozo y baile, de risas y mates. 
Creamos que lo que trae Jesús, ya desde la panza de María: es pura alegría y gozo.

El camino de las pequeñeces diarias
por Angel Silvero, seminarista

En este domingo, en que nos acercamos más a la Navidad, para recibir al Niño Dios, se nos llama a vivir de una manera diferente.

En la primera lectura, el profeta y el salmista nos hablan de que debemos estar en paz, pues Dios ha cancelado nuestra deuda, ha expulsado a nuestros
enemigos. Por ello se nos invita a la alegría, lo mismo nos lo dice el Apóstol: "alégrense en el Señor". 

En el evangelio se le plantea una pregunta al Bautista: ¿Maestro qué debemos hacer?. A esta pregunta Juan responde proponiendo vivir esta preparación en lo que nos toca hacer en nuestra vida cotidiana, "no exijan más de lo establecido". Esta respuesta nos muestra el camino de las pequeñeces diarias, la santidad que se forja en el día a día, en el trabajo, en la casa, en la universidad. Siempre con "alegría", fundada en el encuentro con el Señor que se acerca. De este modo podremos prepararnos para recibir al Señor que viene.

Pidamos al niño Dios que nos conceda esta gracia. 

Preparemos el camino
por Maximiliano Senzacqua, seminarista

En esta segunda semana de Adviento tenemos que estar abiertos a la esperanza, al cambio y a la conversión. 

Jesús nos invita a realizar un chequeo interior, a preguntarnos cómo nos  encontramos, qué estamos dispuestos a dejar atrás. Vayamos en busca de esa reconciliación, para que Él enderece lo torcido. 

Dios quiere que preparemos el camino, para su venida. Caminemos alegremente a la celebración de la Eucaristía porque es el encuentro entre el Padre y sus hijos. Él vino y viene cada día para darnos la oportunidad de convertinos. Por esto es necesario que dejemos de lado las cosas que no nos hacen bien: la envidia, el enojo, el orgullo, la soberbia… todo aquéllo que nos paraliza. Si estamos con Dios, no tenemos que tenerle miedo a nada. Con Él, cada instancia de dolor y sufrimiento se convierte en aprendizaje y crecimiento interior. 

Dios está por encima de todas las condiciones, Él venció a la muerte. 
Tanto nos amó, que se quiso quedar con nosotros en la Eucaristía y por medio del bautismo nos hizo parte de su Iglesia, como dice el Papa Francisco: “ahogando en la pila bautismal al hombre viejo, dominado por el pecado que separa de Dios y dando vida al hombre nuevo, recreado en Jesús”.
Nuestro norte es Cristo y nuestra brújula es el Espíritu Santo. Éste nos asiste cuando nos torcemos, para enderezar nuestro camino. 

¿Qué estás dispuesto a dejar para encontrarte con Dios? ¿Cómo te estás preparando para su venida?

Prepararnos para su venida
por Claudio Piedrabuena, seminarista

-Primer domingo de adviento-

Hoy la liturgia nos invita a prepararnos para la llegada del Salvador. Esto implica abrir el corazón a la voluntad de Dios, y a su palabra salvadora, que es Cristo. El evangelio nos habla de la segunda venida del Señor, su venida definitiva, “estén en vela, para la llegada del Señor". Se trata de esperar y prepararnos para su venida. 

San Lucas nos pinta cómo será esta venida, pero lo que importa de ello es la venida salvadora del Señor Jesús. Nos dice “Ánimo, levanten la cabeza, les llega la liberación”. Y para afinar el oído del corazón, para estar atento a su llegada nos aconseja: “no se dejen aturdir por los excesos, ni por las preocupaciones de la vida, antes bien, estén alertas y oren incesantemente, para tener fuerza, así también puedan estar frente al Hijo del Hombre”. 

Ésta es una buena ocasión para revisar el lugar que ocupa en nuestras vidas “el último día”, el encuentro con el Señor. 
Es una invitación concreta y exigente. Esta espera es cumplir con la voluntad del Padre en una vida llena de amor al Señor y de su Justicia. 

¿Cómo me preparo para la venida del Señor, ya sea para su nacimiento en Belén, como para su llegada del último día? 
¿Cómo afino el oído del corazón para estar atento a su llegada? ¿Cuáles son los excesos o preocupaciones de la vida que me aturden y no me dejan prepararme con libertad a su venida?

Mi reino no es de este mundo
por Manuel Rivarola, seminarista

En este pasaje del evangelio podemos contemplar dos reinos. Por un lado está el reino del mundo, en éste se encuentra Pilato. Un reino en el cual su prioridad es el poder, en el que se busca estar por encima del otro. Un reino donde se le da demasiada importancia a las apariencias, a qué dicen los demás de mí. 

Por otro lado se encuentra el reino al que Jesús nos invita, que es Él mismo, lo vemos muy claro, es un reino donde lo que más importa es el amor. Jesús es rey, pero no de este mundo, es un rey humilde, que no tiene necesidad de andar haciendo espectáculos, sino que pasa desapercibido. Él es un rey obediente, que hace la voluntad de su Padre y reina para amar, servir y entregarse por todos. 

Nosotros estamos llamados a seguir a Cristo, dejando de lado lo mundano, el poder y el egoísmo. Para lograrlo, necesitamos confiar mucho en Dios, dejarnos amar por Él  y también compartir ese amor con los demás. Un amor que es para todos, dando gratis lo que hemos recibido gratis.

Para terminar te dejo unas preguntas: ¿Tratás de escuchar lo que Dios quiere de vos? ¿Sos consciente del amor que te tiene? ¿Compartís  ese amor con los demás sin buscar nada a cambio? 

Jesús manso y humilde de corazón, danos un corazón semejante al tuyo.

El sendero que conduce
a la vida  eterna
por Ariel Gomis Salvaggio, seminarista

El peregrinar cristiano es un constante caminar entre dos mundos opuestos: el del bien y el del mal. Más aún, este sentimiento se agudiza cuando el dolor, el sufrimiento y la incomprensión nos visitan. 


Por ello, a partir de la lectura del Evangelio de hoy, podemos poner en jaque nuestra libertad y elegir entre los dos senderos que nos propone la vida: uno, espacioso e infecundo, en donde el sol se vuelve tinieblas, la luna parece apagar su esplendor y las estrellas se derrumban desde el cielo donde proyectamos nuestros sueños y proyectos. Y el otro, estrecho y fructuoso,  porque conduce a la Vida Eterna. Un trayecto que implica abrazar nuestra cruz depositando la confianza en el Señor que siempre está a la espera, con la palabra justa. El mismo sendero, en otras palabras, en el cual lo veremos venir sobre las nubes con gran poder y majestad. 


Entonces, podemos pensar que el evangelio de San Marcos nos brinda la oportunidad de retomar el camino tras las huellas de Jesús en donde el dolor y el sufrimiento se convierten en instancias de aprendizaje y crecimiento interior. 


Quizás,  el secreto resida en imitar a la higuera: dejar que nuestras ramas (gestos y actitudes) sean tiernas y compasivas y que, por sobre todo, con fe y esperanza comencemos a percibir los primeros brotes en este único y singular camino que nos conduce a la santidad. 
 

Dio todo lo que tenia
por Gastón Alegre, seminarista

¿Alguna vez te preguntaste cuánto te ama Dios?
¿Qué te responderías?
A mí, me viene a la memoria las palabras de una sacerdote que intentaba dar respuesta a una pregunta  como esta. Él decía algo así: "Piensen en el amor más grande que hayan tenido en su vida y multiplíquenlo por el infinito". 
Esto nos puede ayudar, darnos una idea de lo mucho que Dios nos ama. No lo olvides nunca, Dios te ama. 

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Te invito a que te mires a vos  mismo, que mires tu vida y te preguntes ¿Cuál es mi actitud frente a este amor? ¿Cómo  respondo? 

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Tomando el evangelio de hoy podés preguntarte ¿Soy como esos ricos que daban sólo lo que les sobraba? ¿Qué lugar ocupa Dios en mi vida? 
Te puede pasar que digas no tengo tiempo, me olvido o que te acuerdes de Dios sólo cuando “las papas queman”. Si es así te estás perdiendo de mucho, porque la alegría más grande es la que da Jesús. 
El papa Francisco te diría “no te arrugues”. Animate a seguir el ejemplo de la pobre viuda, ella dio todo lo que tenía. 
Animate a poner a Dios en el centro de tu vida y a dejar todo en sus manos. No tengas miedo, esas  son las mejores manos, ofrecelo todo al Señor, dejá tu vida en ellas y seguilo a donde te llame...

Él no duda y ama
por Rodrigo Videla, seminarista

En este caso Jesús se encuentra con un escriba, gran conocedor de la Ley, que le pregunta cuál es el mandamiento más importante. Y Jesús nos invita a centrar todos los mandamientos en aquél que da verdadero sentido a todas nuestras obras.

Nuevamente Jesús, nuestro Maestro, nos muestra el Camino. ¿Cuál es este Camino? El de amar a los demás. Nos muestra que no podemos ser indiferentes ante las necesidades de los otros. Muchas veces tenemos el corazón atado, un corazón mezquino a la hora de amar, lleno de prejuicios e inseguridades, por un montón de cosas. Ahí es donde la vida de Jesús nos interpela. 

Él no duda y ama. Mira la riqueza que hay en cada ser.  Sabe perdonar. No excluye a nadie del Reino, como este escriba (que podemos ser vos y yo, cualquiera) que se acerca a preguntarle confiado cuál es el mandamiento más importante. Y viendo su capacidad de amar, le revela que no se encuentra lejos del Reino. Éste que se está formando acá entre nosotros. Un corazón abierto al amor, al perdón y a la generosidad es el verdadero signo del cristiano.

No se nos reconoce por llevar una remera de un grupo, o por tener una cruz colgada en el pecho, o por cumplir ciertos preceptos. No, no es sólo eso, ahí nos quedaríamos sólo en sacrificios exteriores. Lo somos porque somos testigos de un amor infinito de Jesús, que quiso quedarse con nosotros y enseñarnos que con alegría debemos buscarlo, con cariño y con ternura reflejar ese amor en nuestras vidas.

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Para preguntarnos y reflexionar:

¿Reconozco los gestos de misericordia de Jesús en mi vida y en la de los demás? 
¿Vivo siempre encerrado, pendiente de mis asuntos? 
¿Estoy atento a cómo se sienten los que están al lado mío? 
¿Logro escuchar atento al que tengo al lado dejando de lado prejuicios y opiniones personales? 
¿Pido la gracia de vivir mi fe con alegría y generosidad?

 

Gritemos con fuerza
por Juan Cruz Bottoni, seminarista

En el evangelio de hoy, se nos presenta un acontecimiento donde Jesús, pone devuelta en el "camino" a una persona. Si bien hay un milagro, en la  curación del ciego, se produce un milagro aún mayor que ese. 

El ciego estaba a un lado del camino, sentado, con hambre, mendigando, desesperado por su enfermedad. Él escuchó que pasaba Jesús, y con mucha fe le gritó, pidiendo auxilio al Señor, pero la gente lo reprendió diciéndole que se callara. Su fe fue más fuerte que la sociedad y volvió a gritar ¡HIJO DE DAVID, TEN PIEDAD DE MI!

Entonces Jesús con mucha bondad lo asiste, lo sana, y le dice “Vete, tu fe te ha salvado”. Luego el ciego no se quedó sentado, sino que lo siguió.

Jesús nos invita a pedir, a ser mendigos suyos, y pedirle el auxilio para volver al camino y seguirlo. En la vida, a veces, estamos como el ciego, sentados al costado del camino. Seamos "pedigueños", si sentimos que no nos escucha, volvamos a gritar. Él siempre nos manda a llamar, pero debemos tener fe en el Señor y confianza en que nos va a salvar sin importar que la gente nos diga que callemos, con más fuerza gritemos: ¡HIJO DE DAVID, TEN PIEDAD DE MI!
 

El Señor nos quiere serviciales
por Mauricio Molnar, seminarista

En la liturgia del día de hoy, Dios nos invita a realizar un cambio en nuestro corazón. Él nos impulsa hacia lo fundamental de esta vida, nos pide que demos parte de nuestro tiempo y descanso para ayudar a los demás.
En muchas ocasiones buscamos la propia gloria, como vemos que hacen Santiago y Juan en este pasaje, quienes deseaban sentarse al lado del trono de Dios. Pero Jesús nos enseña que los protagonistas deben ser los otros y que el servicio es el camino que nos conduce a ser grandes. 

El Señor nos quiere serviciales. Para lograr esto debemos salir de nosotros mismos y poner nuestra atención en las personas que nos rodean. Las necesidades de nuestros hermanos son también nuestras y nosotros podemos aliviar sus cargas. Seamos cristianos comprometidos, que con nuestra conducta logremos transmitir aires nuevos, evangélicos y alegres.

No busquemos tanto ser consolados, sino consolar; ser comprendidos, sino comprender; ser amados, sino amar. Porque dando es como se recibe; perdonando, como se es perdonado y muriendo, como se resucita a la vida eterna (San Francisco de Asís). 

Todos tenemos alguna riqueza
por Matias Palacio, seminarista

Es nuestra ceguedad la que nos impide ver y encontrar la riqueza que verdaderamente vale. Justamente el problema no son ni las riquezas, ni el ser rico. Sino que el problema está en aflojar nuestro corazón a las riquezas pasajeras, embargando toda nuestra vida. 

No importa si es mucho o poco, si está en pesos, en dólares o en euros. Lo que importa es ver cuánto nos atan a lo terreno, impidiéndonos muchas veces obtener el Tesoro en el Cielo. En época de crisis, parece que este Evangelio no nos toca ya que no abundan las riquezas. Sin embargo, todos tenemos alguna riqueza, o sea algún bien que amamos más que a otras cosas y que, muchas veces, nos dificulta el seguimiento de Jesús. 

Pidámosle al Maestro en este Domingo, que nos libere, que nos dé pies ágiles para seguirlo a donde el valla, que nuestro corazón se rinda ante la única riqueza que vale: Jesús. Les deseo un buen domingo en el Señor.
 

Nada hay más fuerte que su lazo de amor con todos nosotros
por Maiko Sundblad, seminarista

¡Qué lindo es ver la importancia que Dios le da a nuestros lazos! A los lazos verdaderos, esos que no son algo circunstancial, pasajero o descartable. Los que no dependen de momentos, sensaciones u opiniones. Los que valen más que todo eso. Esos que definen nuestra vida, hasta nuestra propia existencia. 
Somos y vivimos en relación unos con otros, llamados a ser responsables los unos por los otros, siguiendo el ejemplo que Jesucristo nos dio. 
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Nadie es descartable. Nadie merece ser dejado de lado. Romper un lazo, o peor, abandonarlo, es decirle al otro que ahora no hay lugar para él en nuestro corazón. Pero Dios nos muestra todos los días que esa no es la forma en el que el trata su lazo con nosotros. El no nos abandona, no se cansa, todo lo perdona. Nos llama y espera sin límite. Nada hay más fuerte que su lazo de amor con todos nosotros. 
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Tan importante es para él que se hizo carne para vivir, compartir y sufrir con nosotros, sanando y fortaleciendo este eterno lazo. Con cada gesto, Jesús nos dio ejemplo de cómo cuidar la relación con nuestros hermanos.  Nos muestra que, cuando el lazo está fundado en el amor, ese amor ilimitado que sólo puede venir de Dios, nada ni nadie puede romperlo. Ni los miedos, ni los prejuicios, ni los enojos, ni la distancia. Ni siquiera la muerte.

En casa hay lugar para todos
por Pbro. Guillermo Caviglia, formador

Reflexionando sobre el Evangelio de hoy, recordé esta expresión de un cura, tan esclarecedora en tiempos de discernimiento vocacional. Cuando dijo casa, pensé inmediatamente en la Iglesia: cada cual pone su vida (con sus límites y fragilidades) al servicio del anuncio de la Buena Noticia. Pero con los años asocié casa con el Corazón de Jesús y así logré ver un lugar de descanso para todos, inclusive para aquellos que no pertenecen a la Iglesia.

Pero como hizo Juan, tenemos la manía de distinguir: los de mi grupo y los otros; la Iglesia y los otros. Seguramente se nos ocurrirán muchos criterios para poner a unos y a otros de un lado u otro de la línea. ¡Ahhhh, por supuesto que yo y los míos, somos los redentores! Así nos enfrentamos, y perdiendo la riqueza de la diversidad, sutilmente entra la división.

Jesús nos enseña que el único Redentor es Él, y nosotros colaboramos en su obra con lo que tenemos. Pidámosle nos conceda la gracia de ver a los otros como compañeros de la misión de anunciar la Buena Noticia: en casa hay UN lugar PREFERENCIAL para todos.

Abrazar al niño que fui
por Santiago De Elia, seminarista

Hablando sobre el “sentido de la vida”, un amigo me dijo haber escuchado lo siguiente: “La vida es como llevar un mensaje del niño que fuiste, al anciano que serás. Tenés que asegurarte de que el mensaje no se pierda en el camino. El sentido de la vida quizás sea asegurarse que ese mensaje no desaparezca”.

Hace ya muchos años, con mi hermana Rosario, pasábamos las tardes enteras jugando. Cada una de ellas comenzaba con la eterna pelea (o “negociación”) por los mejores juguetes, en la cual casi siempre perdía ella, por ser la menor. Pero había días que eran una excepción: cuando papá venía a jugar con nosotros. Estos días la disputa se olvidaba. Ya no interesaban los juguetes sino el juego que armábamos los tres, bajo la mirada contemplativa de Mamá.

Se me ocurrieron estos días, dos cosas: 
* que quizás este recuerdo tan vivo, contenga algo del mensaje que debo custodiar 
* y que “abrazar” a ese niño que fui, que “viene en nombre del Señor”, sea quizás lo que intentó decir Jesús a los doce.

Porque, pienso, que el mayor servicio que podemos hacernos a nosotros (y a los que nos rodean) es decirnos, que lo que en verdad buscamos, lo que realmente anhelamos, es una presencia que se acueste a nuestro lado para jugar y unos ojos que, invisibles, nos custodien con su amor.

La invitación que les dejo para rezar en este domingo es tan simple y tan difícil como preguntarle a ese niño que fuiste y custodiar ese mensaje.

¿Qué significa Jesús en mi vida?
por Juan Lopez Rouger, seminarista

En el Evangelio de hoy Jesús le pregunta a sus discípulos: "¿y ustedes quien dicen que soy?". El cardenal Martini decía que esta pregunta nos ayuda a ver la humanidad de Jesús. Él también necesitó de la mirada de sus más íntimos para desarrollar su vocación. Hoy nosotros podemos responder éstas preguntas clave. ¿Quién es Jesús, qué significa en mi vida Él? Responder su pregunta nos va ayudar a encaminar y renovar nuestra vida. 
En segundo lugar su mirada también nos ayuda a encontrar lo mejor de nosotros mismos. Él nos ayuda a descubrir y a potenciar nuestros dones. Pero siempre vayamos atrás de él. Esto Pedro, y nosotros muchas veces, lo olvidamos y queremos marcar el camino. Podemos, en la oración de hoy, preguntarnos qué camino nos está proponiendo Jesús en nuestra vida cotidiana: esas novedades de Jesús que muchas veces las anulamos por nuestras comodidades, rutinas, esquemas, encierros. Abramonos a Él y a sus palabras novedosas que nos sacan de nosotros mismos. Cómo dice el Papa: ¡Feliz domingo y buen almuerzo!

Manos que toquen la realidad
por Lucas Gualdesi, seminarista

Que importante es decir “te quiero” con gestos y no tanto con palabras. Que importante es tocar la realidad, expresar la ternura. Que sanadora es la suavidad de una caricia, la fragilidad de un abrazo, lo espontaneo de una mirada. Que expresivo el aplauso cuando es sincero, un saludo esperado, un beso a la distancia, una palmada en el hombro. Que delicado tomarse de las manos. Que aventura es percibir al tocar al otro, su calor, su sonido, lo que vive. Que necesario es tocar la frente de un hijo cuando tiene fiebre o las manos de la enfermera curando una herida. Y eso es lo que hace Jesús con este hombre. Jesús lo toca y siente lo que está padeciendo. Jesús le abre los oídos tocándolo. Él no menciona ni una palabra porque sabe que las palabras solas no alcanzan. Para transformar la realidad hacen falta manos, manos que toquen, que se embarren, que rocen, que acaricien. Manos que sientan la realidad, que sangren o descansen. Necesitamos manos que no tengan miedo de tocar la herida, que no tengan miedo de tocar la piel enferma o sucia. Manos que se lancen a la aventura de conocer al otro. Francisco nos invita a “tocar la carne viva y sufriente de Jesús en los otros” (GE N° 37). No nos olvidemos que todos necesitamos ser tocados, acariciados, abrazados.

Jesús nos llama a poner el foco en la pureza de corazón
por Ignacio Ricoveri, seminarista

En este Evangelio Jesús nos llama a buscar la fuente de donde nace nuestra necesidad de  exteriorizar nuestra adoración a Dios. 
Jesús nos llama a poner el foco en esta fuente que es la pureza de corazón, llenarlo todo de Dios y no de las cosas que nos alejan de Él. Pureza que Leclerc describe,  en boca de san Francisco de Asís, no como el estar libres de pecado que reprocharnos. Sino que se trata de “Volver tu mirada hacia Dios. Admirale. Alegrate de lo que Él es,  (...). Es eso tener el corazón puro. Y cuando te hallas vuelto hacia Dios, no vuelvas más sobre ti mismo". “Aceptar ser pobre, no ver mas que la gloria del Señor y dejarse irradiar por ella." (Sabiduría de un pobre). Que esta invitación nos ayude a que nuestro culto, nuestra manera de adorarle y manifestar nuestra fe sea fruto de un corazón dirigido hacia Él.

De este modo nos convertimos en Pan para los demás
por Angel Silvero, seminarista

Nos encontramos al final del discurso del Pan de Vida, donde el mismo Jesús se proclama como Verdadero Pan de Vida. Ante esta realidad muchos de los presentes se marchan frente a la dureza de esta afirmación. Al ver esta respuesta de la gente, Jesús mira a sus discípulos y les dice: "Nadie puede venir a Mí si el Padre no se lo concede". Este ir a Jesús debemos entenderlo como el regalo más grande que nos hace el Padre, su Hijo mismo en la Eucaristía, Verdadero Pan de Vida. Pero como don y regalo que recibimos está en nosotros aceptarlo o no, allí entra lo más profundo de nosotros, nuestra libertad.  Ante este don existen dos actitudes: seguir en el camino o instalarme en mis comodidades. Esta misma pregunta se nos hace hoy: ¿ustedes también quieren irse? Este Regalo de Dios es el Pan De Vida, es un Pan que al recibirlo nos hacemos “uno” con Él. De este modo nos convertimos en Pan para los demás, para llevar al mundo Palabras de Vida eterna. Que la Virgen Madre nos enseñe a ser verdaderos discípulos de su Hijo para decir sí al don del Padre y convertirnos en Verdadero Pan para los demás. Buen Domingo

La Eucaristía  nos abre
al encuentro con el otro
por Maximiliano Senzacqua, seminarista

El pasaje del evangelio de este domingo nos habla del “pan de vida” bajado del cielo. La Eucaristía es la esencia de nuestra vida cristiana, no hay Iglesia sin Eucaristía. No miremos a la Iglesia como una parroquia, sino en el sentido de comunidad de creyentes. 
Cuando hacemos memoria de la pascua, recordamos la historia de amor de Dios por nosotros, “Jesús es el pan vivo bajado del cielo…” (Jn 6,51). Él se quedó con nosotros y no nos abandona. 
La Eucaristía nos abre al encuentro con el otro. Esta comun–unión nos lleva a reconciliarnos con nuestros hermanos, Él nos ve tal cual somos, con nuestras limitaciones, con nuestras fragilidades... ante Él todos somos iguales.
Re–cordar es volver al corazón, es no olvidar que Dios nos ama y que estamos llamados a amarnos los unos a los otros.
El Señor sale a nuestro encuentro con una fragilidad amorosa que es la Eucaristía “…el que coma de este pan vivirá para siempre” (Jn 6, 58). Él nos da fuerza, nos apoya en nuestro caminar y es la fuente de vida para la Iglesia.
San Pablo nos dice: “Ya que hay un sólo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque participamos de ese único pan” (1 Cor 10,17). 
Jesús nos pide que dejemos de lado las grietas, las rivalidad, las envidias... todas las cosas que nos llevan a la división.
Imitemos a Jesús, y compartamos su alegría. En Jesús podemos encontrar la plenitud, Él nos da una vida nueva y nos prepara para la vida eterna. Compartamos la memoria viva de su amor.

Dándonos podremos alimentar muchas hambres
por Claudio Piedrabuena, seminarista

El pasaje del evangelio de este domingo viene dentro de un gran discurso, llamado “Pan de Vida”. El domingo pasado meditamos lo que paso después del milagro de la multiplicación de los panes que había ocurrido a orillas del Tiberiades, allí contemplamos, cómo luego de este gran acontecimiento, las personas lo buscan debido al milagro realizado, hasta el punto de subirse a las barcas para encontrarlo en Cafarnaúm donde Él estaba. Jesús, que nos conoce, les advierte que ellos lo siguen por haber comido el pan perecedero hasta saciarse, pero les indica el auténtico camino que deben tomar para tener la vida, vida eterna, esto es: “creer en Él”, ya que Él es Verdadero pan bajado del cielo que Dios Padre nos da para que tengamos vida, en otras palabras: el pan que satisface el alma, por ello dice “el que venga a Mí, no tendrá más hambre, y el que cree en Mí no tendrá más sed” (Jn 6 v. 36). Ahora bien, para darle continuidad a este discurso de Jesús como “el pan de vida”, te invito que leamos el pasaje que toca este domingo Jn 6, 41-51. Allí encontramos, como ante las palabras de Jesús, de calificarse a sí mismo “como el pan de la vida, bajado del cielo”, los judíos comienzan a murmurar sobre él, cuestionando sus palabras, partiendo del hecho de que lo conocen, conocen a sus padres, conocen su familia y, por lo tanto, cuestionan que se proclame venido del cielo, cuando en realidad para ellos, Él es un hombre más, normal, como cualquier vecino. Jesús los exhorta a que no murmuren entre sí, incitándolos luego a escuchar a Dios y les explica que ir a Él, es gracias a que el Padre los atrae hacia sí. Es decir, que, para creer, es necesario un llamado de Dios. Además, les aclara que el pan que sus padres comieron en el desierto, en realidad era solo pan perecedero. En cambio, ahora enseña que Él es “pan bajado del cielo”, Él fue enviado por el Padre, Él es pan de vida, Él es pan nuevo que ofrece el Padre. Dice, “el que coma de este pan vivirá para siempre”. Y este pan que Él dará, es su carne, para la vida del mundo. Jesús es el pan verdadero, ya como palabra de Dios, ya como víctima ofrecida en sacrificio. Ahora bien, con todo esto, queda por preguntarnos, que nos quiere decir Jesús con estas palabras “yo soy el pan que ha bajado del cielo para darle vida al mundo”. Con estas palabras Jesús se está refiriendo a la Eucaristía. A través de la Eucaristía nos unimos tanto como Él con el Padre.  Este pan que desciende del cielo produce vida espiritual, eterna. La carne de Jesús se ofrece y se recibe en la Eucaristía. Sin embargo, estamos invitados a poner en práctica aquello que creemos. Jesús que es el pan de la vida y que se nos da cotidianamente en la Eucaristía, donde se parte y se reparte, nos invita a hacer lo mismo que Él: “Darme, Darnos”. Se trata de hacer de nuestras vidas una Eucaristía cotidiana, para saciar la sed y el hambre, que hay en el mundo, de sentido, de vida, de Dios. Esto lo hacemos poniendo en juego nuestro corazón, nuestras ilusiones, nuestros deseos. Dios en Jesús dio la vida, y así estamos llamados a darla nosotros, cada día, sabiendo que dar la vida no es morir, sino vivir de una manera desprendida, al igual que Jesús. Dándonos podremos alimentar muchas hambres. Dios hoy y siempre nos invita a esta hermosa misión. Jesús es el pan de vida que calma el hambre de todos, pidámosle a Dios que nunca falta de este pan para todas las mesas. “Jesús tu eres el pan de vida”.

Dejemosnos Encontrar por Jesús
por Manuel Rivarola, seminarista

En el pasaje del domingo pasado veíamos a Jesús que se encontraba con sus discípulos y con una multitud, que necesitaba alimento. Finalmente Jesús recibió una ofrenda tan sencilla como la de cinco panes y dos peces y como a partir de ese pequeño gesto un gran milagro. De nuestro poquito que le ofrecemos Jesús puede hacer grandes cosas. 
Hoy Jesús nos invita a dejarnos encontrar por El y se nos presenta como un alimento que necesitamos, así como necesitamos el alimento material para crecer, necesitamos alimentarnos de Jesús para poder crecer en santidad (y Jesús nos llama a cada uno para poder alcanzarlo). Para eso necesitamos ofrecerle nuestro poquito, pero también dejándonos encontrar por El.
Nos alimentamos de Jesús por medio de la Eucaristía y su Palabra, que no debe ser una obligación sino más bien un encuentro con Aquel que me hace crecer cada día y quien me lleva a alcanzar la plenitud.
Te dejo unas preguntas para meditar:
¿Con que buscas llenarte? ¿Te llenas de verdad? ¿Probaste dejándote encontrar por Jesús?
Te animo, me animo a que nos dejemos encontrar por El. A alimentarnos de la eucaristía y de su palabra. Dejemosnos encontrar por El, que el nos conoce más de lo que nos imaginamos.

Una pista puede ser descubrir que así es nuestro Dios
por Ariel Gomis Salvaggio, seminarista

Al contemplar el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces que la liturgia nos propone hoy, no debemos pasar por alto la importancia que tiene el pan en la vida del cristiano. Lo vamos a encontrar en la oración del Padrenuestro y, por sobre todo, en la Eucaristía. Es más, no debemos olvidar que Jesús mismo quiso quedarse en las apariencias del pan: el pan de su cuerpo, el pan de su palabra. Se presentó como el Pan de Vida. 
Además, el relato nos invita a poner la mirada en el hecho de que Jesús, sólo con los panes y peces ofrecidos por un muchacho, pronuncia la acción de gracias al Padre, parte y reparte los panes y peces, y una multitud de hombres, mujeres y niños sacia su hambre. ¿Qué podemos ver detrás de estas imágenes? Una pista puede ser descubrir que así es nuestro Dios. Pues con Él todo comienza con algo que, según parece, es insuficiente, como parece ser el aporte del muchacho. Sin embargo, dicho aporte fue el que desencadenó un milagro por parte de Jesús. 
Esto nos lleva a descubrir que para Dios, el aporte de cada uno de nosotros es esencial, por más poco que nos parezca. Por eso, para concluir con la reflexión de hoy, podemos dejar unas últimas preguntas para que cada uno pueda reflexionar personal: 
•    ¿Cuál es mi pequeño aporte personal ante las enormes multitudes de hombres, mujeres y niños necesitados de Dios? 
•    ¿cómo ayudo a construir un mundo donde se haga verdad y realidad el Reino de Dios?
•    ¿Saciamos nuestra hambre espiritual con los alimentos que Jesús nos da?

El Señor nos invita a confiar en Él
por Gastón Alegre, seminarista

Nuestro corazón está hecho para llenarse de Dios,

solo con Dios encontramos paz.
Muchas veces  queremos llenar nuestro  corazón con cosas que

no son Dios, y que por lo tanto no lo llenan. Entonces intentamos con otra cosa y con otra y así una y otra vez, pero nunca nos sentimos "llenos",

porque ese espacio solo lo llena Dios. 
Y si no queremos aceptar eso, y pensamos que podemos solos, sin Dios, poco a poco  comenzamos a perder el sentido, perdemos el rumbo y buscamos ese "alimento del corazón" en lugares equivocados quedando expuestos a cualquier  peligro, como la oveja que no tiene pastor. 
Una oveja sin pastor no sabe a donde ir, en cualquier momento se puede encontrar con un lobo que la quiere devorar. También nos pasa a nosotros. 
¿Cuantas veces queremos llenar nuestro corazón con cosas que en realidad nos lastiman, nos dañan, nos arruinan la vida? Porque nada puede ocupar el lugar de Dios.

El Señor  nos invita a confiar en Él y nos envía a contarle a todo el mundo

la alegría de seguir a Jesús, de como Él sí llena nuestro corazón y nos alegra la vida, de como nos marca el camino. Porque él es el buen pastor.

No tengas miedo de escuchar su voz, Él mejor que nadie sabe lo que te hace feliz. No tengas miedo de decirle siempre si y preguntarte 
¿Cuál es el camino que el Señor me está mostrando?

Así como yo te amo te envío a
dar a conocer mi amor
por  Juan Cruz Bottoni, seminarista

Hoy Jesús nos llama, como llamo a sus Apóstoles, sigue enviando a predicar y dar a conocer su nombre. Él nos quiere pobres, austeros, solo con un bastón, que no tengan dinero, pan ni alforja. Solo nos pide Amor, llevando Amor tenemos todo, el Amor que nos llama a dar es el Amor que Él nos da, con ese cariño paterno y santo que nos invita a imitar. Él no envía a los mejores, envía a los pecadores, conoce las miserias, las luchas y tribulaciones del alma, la debilidad y dolencias del cuerpo, conoce la cobardía, los pecados y las flaquezas y a pesar de esto Él te dice: ”Te Amo y así como yo te amo te envío a dar a conocer mi amor, para que me amen como vos lo haces”. Y si caes, no te preocupes Él te levanta, porque te quiere lleno de espíritu, Él es quien echa a los espíritus impuros por medio tuyo, Él es quien cura a los enfermos por medio tuyo. Por eso es tan importante que digas "SI, te doy mi vida, te doy mi corazón todo es tuyo".

Ese es el amor de hermanos
por  Rodrigo Videla, seminarista

Marcos 6, 1-6
Tanto en esta semana como en este pasaje del evangelio Jesús es puesto a prueba hasta por sus más cercanos. La gente se sorprende de su mensaje y de la sabiduría con la que habla. Pero esta sorpresa es distinta: no es como la que tuvieron los discípulos. Sino que esta tenia agregada cierta duda sobre el Maestro. Decían: ¿Cómo hace milagros aquel que vemos todos los días, el hijo de María, el carpintero, el hermano de Santiago, José, de Judas, de Simón? Jesús era para la gente, motivo de escándalo por su cercanía, por ser como uno de ellos. 
Jesús este domingo nos dice: “Un profeta es despreciado solamente por su pueblo, en su familia, en su casa”. Estas palabras tenemos que leerlas en unidad con los textos de la semana. Cuando Jesús dice “Dejen que los muertos entierren a sus muertos”, no nos habla de alejarnos y olvidarnos de nuestras raíces de nuestras familias. Acá mas bien nos habla de no ser egoístas, de estar con los brazos abiertos para recibir al otro. 
Ya nos invita Jesús a amar no solo a nuestra familia sino que también a aquellos que tenemos más cerca. Porque al fin de cuentas Jesús nos dice “estos son mis hermanos”. Nosotros estamos llamados a ser como Él. A ser uno con los demás. Y tratar (AMAR) a todos como hermanos. Ese es el amor de hermanos.
Ya nuestra familia se agranda y nuestro corazón también se agranda dando y recibiendo amor. Los dones que hemos recibido y seguimos recibiendo, no podemos ser mezquinos y guardarlo para unos pocos. Sino ser generosos y compartiéndolo con los demás. 
Gracias Jesús por querer ser cercano, por ser uno entre nosotros, ayúdanos a descubrirte en las cosas más simples, en el amor.

©2018 Seminario Diocesano Arcángel San Miguel

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